Una nueva investigación revela lo que muchos ya sospechaban: los puestos militares en la frontera entre República Dominicana y Haití se han convertido en un negocio paralelo manejado por manos uniformadas.
Testimonios de transportistas, comerciantes y residentes fronterizos señalan que el tráfico ilegal, los cobros indebidos y el contrabando operan a la vista de todos, mientras las autoridades guardan silencio.
El problema no solo afecta la economía, sino también la seguridad nacional y la credibilidad institucional.
La frontera, que debería ser una línea de protección, se ha transformado en una puerta abierta al negocio ilícito y la impunidad.
En este reportaje analizamos cómo funciona esta red, quiénes se benefician y por qué las acciones del Estado siguen siendo insuficientes.
Mensaje final constructivo:
El país necesita una frontera fuerte, transparente y humana.
El deber del uniforme es proteger, no lucrarse.
Mientras los corruptos ganan, la nación pierde seguridad, confianza y respeto.
Es hora de que el Estado asuma con firmeza la vigilancia, la rotación y el control de los cuerpos militares fronterizos.
Solo con mano firme, justicia real y transparencia, podrá cerrarse el paso a la mafia que se disfraza de autoridad.



